La caravana de migrantes ya está en Ciudad de México. Unos
4.000 centroamericanos, principalmente hondureños, se concentraron este lunes
en el estadio Jesús Martínez El Palillo, al oriente de la capital mexicana. Las
autoridades esperan que varios centenares más lleguen entre el martes y el
miércoles, en medio de las elecciones legislativas en Estados Unidos del 6 de
noviembre. "Es una ciudad inmensa, todo es diferente, no se parece en nada
a Honduras", comentó asombrada Gabriela Regalado, de 20 años, que salió de
Honduras con su esposo, dos hijos y tres hermanos, a su arribo a la megalópolis
más poblada de América Latina.
Los integrantes de la llamada primera caravana, compuesta
por unos 5.000 migrantes, avanzaron hacia Ciudad de México desde el pasado fin
de semana, pese a los problemas que han enfrentado para conseguir autobuses que
los transportaran de forma masiva desde el Estado de Veracruz, que bordea el
golfo de México. Este grupo, el más adelantado en el camino hacia la frontera
con Estados Unidos, se fragmentó en los últimos días y continuó en grupos
pequeños, aunque se espera que puedan reagruparse en los próximos días.
"De aquí para arriba el tirón será fuerte, vamos a esperar a que lleguen
los demás para ver cuándo y a dónde seguimos", señala Noel Castañeda, de
25 años.
Ciudad de México es para muchos migrantes la primera parada
en la que se quedan en un albergue, bajo techo. “Por fin, estamos tranquilos,
el viaje ha sido pesadísimo, pero gracias a Dios ya estamos aquí”, contó
emocionado Franklin Rodríguez, un hondureño de 19 años, con un vendaje en la
mano derecha tras un accidente en el camino desde Veracruz. Es un campamento
enorme. En las inmediaciones de El Palillo se instaló un comedor, contenedores
de agua para que los migrantes puedan ducharse y lavar su ropa, consultorios
médicos móviles, módulos de atención psicológica y colchonetas. Los migrantes
se arremolinaron para recoger abrigos, cobijas y ropa donada. Otros cargaron
sus teléfonos en enjambres de cables enmarañados y cargadores. Unos pocos
colgaron su ropa en la malla que rodea el estadio. El mayor centro de acopio
para las donaciones se concentraron desde el fin de semana en el Zócalo, la
plaza principal de la capital mexicana.
En la zona del puente humanitario, como la nombraron las
autoridades, se mantiene una fuerte presencia de policías, funcionarios del
Gobierno local y representantes de Naciones Unidas (ONU), instituciones de
derechos humanos y organizaciones de la sociedad civil. El acceso a la prensa
es limitado. Los coordinadores del éxodo centroamericano se quedaron en la
retaguardia, compuesta en su mayoría por mujeres y niños. Un corte de los
primeros 500 migrantes que llegaron daba cuenta de que un 70% eran hombres y un
30%, mujeres, de acuerdo con la Comisión local de Derechos Humanos. Hay también
un grupo de 100 migrantes que desapareció en Veracruz desde el sábado pasado,
alertó el Alto Comisionado de la ONU en México para los Derechos Humanos.
Las familias y los menores de edad comenzaron a llegar a
cuentagotas. Ciudad de México había sido vista como una parada crucial para
recibir atención médica tras más de tres semanas en el camino y para establecer
un diálogo con el Gobierno de Enrique Peña Nieto y la Administración de Andrés
Manuel López Obrador, que asume funciones el próximo 1 de diciembre. Ante la
ausencia de los organizadores, aún no se define cuánto tiempo permanecerán en
la capital ni cuál es el próximo punto en su ruta.
La llamada segunda caravana, un grupo de entre 1.000 y 2.000
migrantes, comenzó este lunes a llegar a la pequeña población Tapanatepec, en
el Estado sureño de Oaxaca. Otra caravana de unos 1.500 integrantes, sobre todo
salvadoreños, aún se encuentra en la costa del Estado de Chiapas, a unos 100
kilómetros de la frontera con Guatemala. Otros 1.650 centroamericanos están en
el albergue de la Feria de Tapachula (Chiapas), de acuerdo con el Gobierno
mexicano. Se calcula que unas 10.000 personas están en tránsito por México,
pero las cifras y la forma de dar cuenta de las oleadas varían.
“No sé ni en qué día estoy ni he podido comunicarme con mi
familia”, dijo Rosa Castillo, una migrante hondureña de 40 años, que llegó este
lunes a la capital. “No sabía de las elecciones de Estados Unidos, en realidad
la política no nos importa mucho, solo queremos saber si podremos cruzar la
frontera”, agregó Castillo, que vivió 10 años en Monterrey, en el norte de
México, hasta que tuvo que volver a Honduras en mayo del año pasado. Algunos
inmigrantes siguen de forma marginal las noticias de sus países y las de
México, pero se concentran más en compartir las experiencias de quienes ya han
intentado llegar a Estados Unidos antes.
Los migrantes se encuentran todavía a más de 3.000
kilómetros de Tijuana, el punto por el que se había dicho que iban a entrar a
Estados Unidos. "Estamos alegres, lo logramos y de aquí seguimos pa'
arriba", dijo emocionado Lester Martínez, de 19 años, después de leer un
periódico que lleva las amenazas de Trump, el último recuento del Gobierno
mexicano y una foto destacada de la caravana en la primera página. "No
tenemos miedo, seguimos pa' lante".
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