Existen varios focos rojos en la gestión del agua y las
cuencas en el país, entre ellos la alarma por el abasto del líquido en los
centros urbanos, la contaminación y la desconfianza generalizada en los
sistemas de distribución. Este es el panorama que se presenta en el contexto
del Día Mundial del Agua, que se celebra este jueves.
De acuerdo con los expertos que participaron en el apartado
de problemas y política del agua en la Agenda Ambiental 2018, que se presentó
ayer, es urgente avanzar hacia una perspectiva renovadora para la gestión del
recurso y las cuencas, con el desafío de garantizar el abasto en cantidad y
calidad para todos los usos, incluido los ecosistemas y la vida silvestre.
En el capítulo coordinado por Marisa Mazari y Adalberto
Noyola, los expertos advirtieron que el crecimiento poblacional de las ciudades
ha desbordado la capacidad de abastecer en cantidad y calidad a todos los
sectores, lo cual refuerza la segregación espacial de la pobreza urbana e
incrementa la vulnerabilidad social de los sectores más rezagados.
Otro tema alarmante, indicaron, es el deterioro de la
calidad de las aguas superficiales en ríos, lagos y embalses de México: su
degradación se ha incrementado severamente, lo cual genera impactos directos en
la salud pública y en la vida silvestre, particularmente en ecosistemas y
especies amenazadas.
Tampoco el manejo de los líquidos residuales es bien
atendido, ya que 48 por ciento de ellos no se trata y se vierten crudos en los
cuerpos hídricos. México es el segundo país en el mundo, después de China, que
utiliza en mayor medida agua residual cruda para el riego, indicaron.
Añadieron que éstas contienen patógenos no controlados,
antibióticos que aumentan la resistencia de las bacterias, metales pesados y
residuos de productos de aseo personal, entre otros desechos. Sumado a ello,
estos contaminantes no están considerados en la norma, a pesar de la evidencia
de que inciden en el incremento de enfermedades crónico degenerativas.
Indicaron que el deterioro de la calidad del agua y la
desconfianza generalizada hacia los servicios de abasto ha favorecido el
consumo de agua embotellada, de la cual México es el principal consumidor per
cápita en el mundo y el segundo por volumen total.
El consumo de 60 millones de mexicanos depende de acuíferos
sobrexplotados y su principal mecanismo de recarga es la infiltración de la
lluvia, pero la observación de la cantidad y calidad del agua resulta
inadecuado e insuficiente y representa otra importante dimensión del rezago del
país en el manejo de este recurso.
Advirtieron que los problemas se han agudizado con el tiempo
y no hay claros caminos de solución, pero propusieron que ante el hecho de que
el manejo del recurso en las urbes seguirá demandando soluciones acordes a cada
situación, se deberán definir nuevos diseños para elevar la eficiencia de la
gestión de los líquidos residuales, en particular en las ciudades en
crecimiento, además de tratar por separado las aguas domésticas de las
industriales y los escurrimientos urbanos, entre otras propuestas.
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